Sobre ilusiones y culpas

 


Leí en una pared: “Uno mismo es culpable de sus desilusiones por crear expectativas tan altas con personas tan básicas”


Cuando vuestro criterio, imagen o representación resultó ser irreal, ¿cuánta responsabilidad le atribuye usted  a la imaginación? ¿Cuánto a la falta de sagacidad o previsión?


¿Cuánta responsabilidad le atribuiría usted a una broma de sus propios sentidos?

La ilusión desalentadora sobre personas o cosas ¿no suele llamarse “espejismo”?

Así, la ansiada laguna en el horizonte de un día cálido en el desierto resultó en desilusión por el efecto del sol sobre la arena.

Así, la anhelada sonrisa en la noche turbia de un suburbio noctámbulo resultó en desilusión por el efecto del alcohol sobre la propia razón.

Así, la ilusión de un padre sobre su pequeño entusiasta resultó en desilusión por el efecto del engreimiento y la vida dura que escogió ciegamente aquel hombre de mal.

No fue laguna lo avizorado en el día de la sed: fue el efecto del anhelo frustrado y la propia sed: la incontinencia del espíritu.

No fue amor lo avizorado en el día de la pasión: fue el efecto del anhelo frustrado por la lujuria: la incontinencia del espíritu.

No fue un hombre de bien lo avizorado en el ensueño en el día de la verdad: fue el efecto de no valorar la sabiduría y el amor por incontinencia de espíritu y vana confianza.

La culpa ¿por qué tendría entonces el peso de una desilusión? ¿No debería ser acaso escuela correctiva? ¿No debería ser oportunidad dinámica, reivindicativa? ¿Por qué debería ser pasividad que conlleva a la muerte?

“Es de necios confiar en su propio corazón; el que camina sabiamente saldrá librado”

(Proverbios 28:26)

Una ración de sorbo diario, medida en la cantimplora, así como el recorrido nocturno, ¿no haría imposible ver durante el día una laguna que nunca existió?

Una correspondencia afectiva basada en conocimiento y afecto mutuo desinteresado, ¿no haría posible descubrir al amor antes que una satisfacción inmediata de mutua apetencia pasajera?

Una demostración diaria de ejemplo y cariño, junto con firmeza justiciera ilustrada, ¿no harían posible ver mañana la cosecha cultivada en un corazón fértil, apreciativo y receptivo antes que uno vano e ingrato de descuidada tierra baldía?

El sentido de culpa no fecundaría jamás en tierra buena, previamente labrada. Sagaz ¿no es por tanto el cultivador que con justicia se ganó la fama de prudente?

Así,

“Uno mismo es absuelto de desilusiones por cultivar expectativas razonables con situaciones o personas tan naturales como uno mismo”

La carga de alguna culpa es para ella lección aprendida.



La alegría y la satisfacción serán para usted la antítesis de aquel fruto desagradable que en aquellos días de magra experiencia hacían que usted mismo se sentenciara “culpable por culpa”.


29.03.24

19 Adar II 5784

HR

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